miércoles, 14 de noviembre de 2012

RELATO DE UN ADIESTRADOR





Buenas, me llamo Rafa y soy un apasionado de la caza y un seguidor de las crónicas de este blog; leyendo las historias y las vivencias de caza aquí expuestas pensé porqué no escribir mis experiencias con los perros de caza.
       
Todo empezó con mi obsesiva afición a la caza, en especial a la caza menor; por aquel entonces yo era un zagal y en mi familia y entorno todos empleaban su tiempo libre en la caza y cuando trabajaban siempre era algo relacionado con el campo, desde chico me transmitieron los valores del campo y el respeto hacia la naturaleza.
       
En mi segunda casa, la de mis abuelos, pasaba gran parte del tiempo, siempre entre alguno de sus pastores alemanes, allí tenían un cuarto habilitado para las escopetas y avíos de caza, ni a mis abuelos ni a mis tíos les gustaba mi presencia allí, siempre mirando y cotilleándolo todo pero era algo que no podía remediar siempre me buscaba una excusa o veía un hueco para pasar allí el mayor tiempo posible y si me podía llevar a los perros allí conmigo mejor que mejor. Nunca se me olvidará el olor inconfundible de esa habitación, una mezcla entre cuero, aceites, pólvora y a perros. El resto del tiempo que estaba allí me dedicaba a trastear entre aquella enorme biblioteca de libros de caza, algunos muy antiguos y con las pastas muy deterioradas por el paso del tiempo y las manos.
       
Cuando llegaban los días de caza siempre intentaba convencer a alguno de mis tíos para que me llevasen y siempre lo conseguía o me llevaba uno o me llevaba otro, claro ni que decir tiene que yo iba de secretario, cargando todo lo cargable y a entera disposición del que me llevase. Lo que mas me gustaba a parte de ver pegar tiros era ver cazar a los perros, cómo hacían las muestras, cómo cobraban, cómo miraban al cielo señalando los pájaros.......en ese afán por complacer al amo. Los perros que yo veía cazar los conocía y veía la vida tranquila que llevaban y cómo se ponían taquicárdicos cuando veían echar mano a la escopeta o cualquier cosa relacionada con la cacería, cómo se dejaban la piel entre los matorrales cobrando un pájaro o sacando un conejo de su escondite, fue entonces cuando soñé en que algún día yo tendría un perro para la casa y para la caza y poder compartir con él mi día a día y mi afición. Mi mayor problema era que mi madre no quería tener perros a pesar de haberse criado con pastores alemanes y amamantado en casa toda clase de bichos como leones, tigres, chimpancés y monos de todas clases, y no estaba por la labor, ella es etóloga y trabaja en el zoológico.
       
Yo siempre intentaba convencerla pero sin éxito, ella me decía que ya teníamos en casa demasiados bichos y la verdad es que no se equivocaba ya que yo tenía muchísimos animales, mas los escondidos, tenía en el piso un montón de tortugas, pájaros, salamandras, sapos, tritones, gallipatos y todo aquello que podía capturar para luego observar y aprender sus costumbres.
       
Un buen día bajo mi negativa de levantarme para ir al colegio mi madre me propuso algo que ella pensaba que jamás podría cumplir y era levantarme todos los días de un salto de la cama y si lo hacia, durante un año me dejaría tener el perro que quisiese. (lo que nunca se le pasó por la cabeza es que yo lo haría, ya que muchas veces me tenía que despertar con un vaso de agua en la cara.) Estuve levantándome de un salto todos los días, puse toda la carne en el asador y transcurrido 10 meses mi madre veía inminente la llegada del perro a casa.
       
Un buen día en casa de mis abuelos apareció alguien con dos perritas muy pequeñas en una caja de zapatos, iban para una tómbola que hacían en la parroquia de las Nieves, donde iban mis abuelos. Nada mas verlas las saqué de la caja y empecé a jugar con ellas (apenas tenían los ojos abiertos), mi madre al ver aquello se le ocurrió la brillante idea de decirme que porqué no me quedaba con una de ellas que tenían un tamaño pequeño para tenerlas en casa y que ese mismo día, si me la regalaban mis abuelos, podría traérmela. Algo me recorrió todo el cuerpo y la impaciencia me pudo aún si ser una perra de caza y sin saber la cantidad de cruces que tenía decidí quedármela. Elegí la blanca aunque a mi madre le gustaba la negra y por tal de no contradecirla me quedé con la negra. Le puse de nombre “Van”.
       
Fue pasando el tiempo y Van fue creciendo, muy a mi pesar todo el mundo que veía a la perra me decía ¡¡¡qué perra mas fea!!!, tenía el tamaño de un bodeguero o ratonero. Mis tíos en aquel entonces muy chapados a la antigua me decían que la diera, que la regalara pero que me la quitara de en medio, yo nunca accedí a sus consejos.
       
En ese tiempo yo ya tenía una escopeta de 12mm y sobre los 6 meses de edad decidí llevármela al campo de cacería, allí todo el mundo se reía cuando la veía y el cachondeo era gordo pero yo hacía oídos sordos sabiendo que esa perra sería de las mejores de la familia y que todo el mundo se comería sus palabras. Me puse en el puesto, íbamos a tirar tórtolas y cuando tiré la primera, cuando fui a cobrarla la perra no estaba, había salido zumbando de allí cuando escuchó el tiro, me asusté mucho al no verla y me puse a buscarla como un loco, como no la encontraba guardé la escopeta y me fui al cortijo, allí estaba muerta de miedo tiritando escondida debajo de un coche. Me sentía fatal y más cuando llegaron mis tíos y sus amigos y empezaron a reírse de la perra y de mi. En casa le enseñaba pájaros, conejos, patos y no mostraba el mas mínimo interés, cada vez que me la llevaba de cacería la llevaba amarrada a ver si se acostumbraba a los tiros pero cada día iba a peor, la perra no paraba de llorar, aullar y ladrar y todo el mundo me ponía la cara colorada por el escándalo. Estuve un año sin llevármela de cacería hasta que me di cuenta que tenía que hacer algo o nunca disfrutaría de la caza como a mí me gusta.
       
Poco a poco en casa fui azuzándola cada vez que sacaba un pájaro del congelador, transmitiéndole todo mis nervios y ganas de jugar con el, poco a poco se interesaba cada vez que sacaba un pájaro porque eso significaba juego y con el juego conseguí que se interesara y mucho por ellos, luego pasé a escondérselo en el jardín de casa, todos los días jugaba con ella y estaba deseando que llegará la hora del juego, luego ese juego lo trasladé al campo con muy buenos resultados porque tenia mucho sitio donde esconderlo. Después de enseñado esto, mediante la cadena la enseñé a relacionar cada tiro de la escopeta con un pájaro a cobrar (esto me costó un poco mas) pero después de un mes empezó a dar sus frutos y al cabo de dos meses veía la escopeta o cualquier avío de caza y empezaba a latir deseando ir al campo. Así la enseñé, le dediqué muchísimo tiempo y la perra cobraba fenomenal, se metía por todos lados, como yo se los escondía en los lugares más insospechados ella buscaba emanaciones de tierra y de aire y lo venteaba todo.
       
Mis tíos al ver los progresos se quedaron de piedra y me decían que la perra a pesar de lo fea que era cazaba y cobraba bastante bien, a los 5 años ya era especialista y cobraba con todos los perros, aprendiendo mas y mas por día con ellos. Me levantaba los conejos perfectamente, me cobraba igualmente bien y su adiestramiento era exquisito: se sentaba, echaba y venia con y sin palabras, cuando estaba lejos en el campo y quería que se sentara, para no gritar solo tenia que levantar la mano y para que se acostase bajarla. Me encantaba hacerle demostraciones a la gente y estas quedaban perplejas.
       
Llegó un tiempo cuando ella tenia 10 años que me tuve que ir fuera de casa a estudiar (forestales) y la tuve que dejar en casa porque no había manera de convencer a la propietaria de la casa que tenía alquilada que me dejase llevármela. Después de unos meses allí me llamó uno de mis tíos y me dijo que porque no le alquilaba a la perra la temporada de zorzales ¡eso me lleno de orgullo! Y encima por 15 mil pesetas de aquel entonces, uno de los que nunca apostó por ella, después de mucho pensar por el bien de la perra acepté pero con la condición que tendría que ir mi hermano pequeño con ella siempre y todo quedó zanjado. Cada día hábil de caza me llamaban y me decían que la perra era impresionante que cobraba los pájaros hasta de los puestos de al lado y que se metía por sitios donde ni siquiera los drahthaar accedían, a mi me llenaba de orgullo pero me sentía fatal de no poder disfrutarla hasta que un día me llamó mi hermano emocionado y me contó que regresando al coche todos ya casi de noche, se cruzó una becada por el carril y al abatirla mandaron a todos los perros pero sin éxito, hasta que uno de ellos le dijo a mi hermano que soltara a la perra que la tenía amarrada para que la buscase, no tardó en encontrarla y portarla como es debido a los pies de mi hermano bajo el asombro de todos mis tíos y amigos. Cuando me contó la historia me entró un ataque de celos y me la traje a Cazalla a escondidas de la propietaria de la casa. Allí compartí muchas cacerías con ella y se hizo nombre entre todos los de la zona, fueron muy buenos años que jamás olvidaré.
       
A los 18 años su salud se vino a bajo empezó con cataratas pero seguía cobrando bien pues mas que nada utilizaba el olfato, después le entró diabetes y tenia que ir al campo con una nevera para pincharle la insulina cada 6h pero  ella seguía cobrando bien y a los 20 años se me juntó con una epimetra y con un cáncer y ya empecé a verla mal. No me quedó mas remedio que ponerle día y hora para sacrificarla, fue un miércoles a las 11 de la mañana. Iba muy mentalizado le dije al veterinario que me enseñase como se ponía la eutanasia y que me dejase ponérsela a mi, me dejó solo en la habitación con la anestesia y con la inyección mortal, le dije unas palabras que se quedarán entre ella y yo, me despedí y lo hice. La metí en una bolsa de basura y luego en una caja, la llevé a la incineradora y me la dieron en una vasija, a todo esto me acompañaba mi amigo Luis y el Mirlo. Era un día de mucho levante y les pedí que me hiciesen el favor de acompañarme al campo y allí donde empecé a enseñarle todo fue donde con la ayuda de mis amigos que me tiraron la vasija vacié el cargador de la repetidora y el levante hizo su trabajo.

Vinieron muchas otras historias antes de tener mi próxima perra, me saqué el titulo de forestal y el de guarda de coto de caza, durante este tiempo aprendí mucho de perros y sobre la caza mayor y menor siempre rodeado de guardas y forestales.
       
Luego empecé a hacer cursos de psicología canina, rehabilitaciones de conducta, educación, adiestramiento etc.
       
Hoy día tengo una deutsh drahthaar (maya) y dos labradores excelentes (saga y vientos) bueno mejor dicho todos son excelentes por cobrar me portan hasta los pescados que se me caen en el espigón. Una de muestra y dos de cobro aunque todos hacen de todo. Son todo un ejemplo para la empresa que estoy montando, con un socio del cual aprendo mucho y con el que comparto muchas expectativas (dog training psychology) la cual me hace muy feliz ya que me dedico a rehabilitar perros de todo tipo pasa casa y para caza.
       
Desde aquí le mando un saludo a mi perra “Van” a la que nunca olvidaré y tantas cosas le agradeceré.




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