Buenas, me llamo Rafa y
soy un apasionado de la caza y un seguidor de las crónicas de este blog;
leyendo las historias y las vivencias de caza aquí expuestas pensé porqué no
escribir mis experiencias con los perros de caza.
Todo empezó con mi
obsesiva afición a la caza, en especial a la caza menor; por aquel entonces yo
era un zagal y en mi familia y entorno todos empleaban su tiempo libre en la
caza y cuando trabajaban siempre era algo relacionado con el campo, desde chico
me transmitieron los valores del campo y el respeto hacia la naturaleza.
En mi segunda casa, la de
mis abuelos, pasaba gran parte del tiempo, siempre entre alguno de sus pastores
alemanes, allí tenían un cuarto habilitado para las escopetas y avíos de caza, ni
a mis abuelos ni a mis tíos les gustaba mi presencia allí, siempre mirando y
cotilleándolo todo pero era algo que no podía remediar siempre me buscaba una
excusa o veía un hueco para pasar allí el mayor tiempo posible y si me podía
llevar a los perros allí conmigo mejor que mejor. Nunca se me olvidará el olor
inconfundible de esa habitación, una mezcla entre cuero, aceites, pólvora y a
perros. El resto del tiempo que estaba allí me dedicaba a trastear entre
aquella enorme biblioteca de libros de caza, algunos muy antiguos y con las
pastas muy deterioradas por el paso del tiempo y las manos.
Cuando llegaban los días
de caza siempre intentaba convencer a alguno de mis tíos para que me llevasen y
siempre lo conseguía o me llevaba uno o me llevaba otro, claro ni que decir
tiene que yo iba de secretario, cargando todo lo cargable y a entera
disposición del que me llevase. Lo que mas me gustaba a parte de ver pegar
tiros era ver cazar a los perros, cómo hacían las muestras, cómo cobraban, cómo
miraban al cielo señalando los pájaros.......en ese afán por complacer al amo.
Los perros que yo veía cazar los conocía y veía la vida tranquila que llevaban
y cómo se ponían taquicárdicos cuando veían echar mano a la escopeta o
cualquier cosa relacionada con la cacería, cómo se dejaban la piel entre los
matorrales cobrando un pájaro o sacando un conejo de su escondite, fue entonces
cuando soñé en que algún día yo tendría un perro para la casa y para la caza y
poder compartir con él mi día a día y mi afición. Mi mayor problema era que mi
madre no quería tener perros a pesar de haberse criado con pastores alemanes y
amamantado en casa toda clase de bichos como leones, tigres, chimpancés y monos
de todas clases, y no estaba por la labor, ella es etóloga y trabaja en el
zoológico.
Yo siempre intentaba
convencerla pero sin éxito, ella me decía que ya teníamos en casa demasiados
bichos y la verdad es que no se equivocaba ya que yo tenía muchísimos animales,
mas los escondidos, tenía en el piso un montón de tortugas, pájaros, salamandras,
sapos, tritones, gallipatos y todo aquello que podía capturar para luego
observar y aprender sus costumbres.
Un buen día bajo mi
negativa de levantarme para ir al colegio mi madre me propuso algo que ella
pensaba que jamás podría cumplir y era levantarme todos los días de un salto de
la cama y si lo hacia, durante un año me dejaría tener el perro que quisiese.
(lo que nunca se le pasó por la cabeza es que yo lo haría, ya que muchas veces
me tenía que despertar con un vaso de agua en la cara.) Estuve levantándome de
un salto todos los días, puse toda la carne en el asador y transcurrido 10
meses mi madre veía inminente la llegada del perro a casa.
Un buen día en casa de mis
abuelos apareció alguien con dos perritas muy pequeñas en una caja de zapatos,
iban para una tómbola que hacían en la parroquia de las Nieves, donde iban mis
abuelos. Nada mas verlas las saqué de la caja y empecé a jugar con ellas
(apenas tenían los ojos abiertos), mi madre al ver aquello se le ocurrió la
brillante idea de decirme que porqué no me quedaba con una de ellas que tenían
un tamaño pequeño para tenerlas en casa y que ese mismo día, si me la regalaban
mis abuelos, podría traérmela. Algo me recorrió todo el cuerpo y la impaciencia
me pudo aún si ser una perra de caza y sin saber la cantidad de cruces que
tenía decidí quedármela. Elegí la blanca aunque a mi madre le gustaba la negra
y por tal de no contradecirla me quedé con la negra. Le puse de nombre “Van”.
Fue pasando el tiempo y
Van fue creciendo, muy a mi pesar todo el mundo que veía a la perra me decía
¡¡¡qué perra mas fea!!!, tenía el tamaño de un bodeguero o ratonero. Mis tíos
en aquel entonces muy chapados a la antigua me decían que la diera, que la
regalara pero que me la quitara de en medio, yo nunca accedí a sus consejos.
En ese tiempo yo ya tenía
una escopeta de 12mm y sobre los 6 meses de edad decidí llevármela al campo de
cacería, allí todo el mundo se reía cuando la veía y el cachondeo era gordo
pero yo hacía oídos sordos sabiendo que esa perra sería de las mejores de la
familia y que todo el mundo se comería sus palabras. Me puse en el puesto,
íbamos a tirar tórtolas y cuando tiré la primera, cuando fui a cobrarla la
perra no estaba, había salido zumbando de allí cuando escuchó el tiro, me
asusté mucho al no verla y me puse a buscarla como un loco, como no la
encontraba guardé la escopeta y me fui al cortijo, allí estaba muerta de miedo
tiritando escondida debajo de un coche. Me sentía fatal y más cuando llegaron
mis tíos y sus amigos y empezaron a reírse de la perra y de mi. En casa le
enseñaba pájaros, conejos, patos y no mostraba el mas mínimo interés, cada vez
que me la llevaba de cacería la llevaba amarrada a ver si se acostumbraba a los
tiros pero cada día iba a peor, la perra no paraba de llorar, aullar y ladrar y
todo el mundo me ponía la cara colorada por el escándalo. Estuve un año sin
llevármela de cacería hasta que me di cuenta que tenía que hacer algo o nunca
disfrutaría de la caza como a mí me gusta.
Poco a poco en casa fui
azuzándola cada vez que sacaba un pájaro del congelador, transmitiéndole todo
mis nervios y ganas de jugar con el, poco a poco se interesaba cada vez que
sacaba un pájaro porque eso significaba juego y con el juego conseguí que se
interesara y mucho por ellos, luego pasé a escondérselo en el jardín de casa,
todos los días jugaba con ella y estaba deseando que llegará la hora del juego,
luego ese juego lo trasladé al campo con muy buenos resultados porque tenia
mucho sitio donde esconderlo. Después de enseñado esto, mediante la cadena la
enseñé a relacionar cada tiro de la escopeta con un pájaro a cobrar (esto me
costó un poco mas) pero después de un mes empezó a dar sus frutos y al cabo de
dos meses veía la escopeta o cualquier avío de caza y empezaba a latir deseando
ir al campo. Así la enseñé, le dediqué muchísimo tiempo y la perra cobraba
fenomenal, se metía por todos lados, como yo se los escondía en los lugares más
insospechados ella buscaba emanaciones de tierra y de aire y lo venteaba todo.
Mis tíos al ver los
progresos se quedaron de piedra y me decían que la perra a pesar de lo fea que
era cazaba y cobraba bastante bien, a los 5 años ya era especialista y cobraba
con todos los perros, aprendiendo mas y mas por día con ellos. Me levantaba los
conejos perfectamente, me cobraba igualmente bien y su adiestramiento era
exquisito: se sentaba, echaba y venia con y sin palabras, cuando estaba lejos
en el campo y quería que se sentara, para no gritar solo tenia que levantar la
mano y para que se acostase bajarla. Me encantaba hacerle demostraciones a la
gente y estas quedaban perplejas.
Llegó un tiempo cuando
ella tenia 10 años que me tuve que ir fuera de casa a estudiar (forestales) y
la tuve que dejar en casa porque no había manera de convencer a la propietaria
de la casa que tenía alquilada que me dejase llevármela. Después de unos meses
allí me llamó uno de mis tíos y me dijo que porque no le alquilaba a la perra
la temporada de zorzales ¡eso me lleno de orgullo! Y encima por 15 mil pesetas
de aquel entonces, uno de los que nunca apostó por ella, después de mucho
pensar por el bien de la perra acepté pero con la condición que tendría que ir
mi hermano pequeño con ella siempre y todo quedó zanjado. Cada día hábil de
caza me llamaban y me decían que la perra era impresionante que cobraba los
pájaros hasta de los puestos de al lado y que se metía por sitios donde ni
siquiera los drahthaar accedían, a mi me llenaba de orgullo pero me sentía
fatal de no poder disfrutarla hasta que un día me llamó mi hermano emocionado y
me contó que regresando al coche todos ya casi de noche, se cruzó una becada
por el carril y al abatirla mandaron a todos los perros pero sin éxito, hasta
que uno de ellos le dijo a mi hermano que soltara a la perra que la tenía
amarrada para que la buscase, no tardó en encontrarla y portarla como es debido
a los pies de mi hermano bajo el asombro de todos mis tíos y amigos. Cuando me
contó la historia me entró un ataque de celos y me la traje a Cazalla a
escondidas de la propietaria de la casa. Allí compartí muchas cacerías con ella
y se hizo nombre entre todos los de la zona, fueron muy buenos años que jamás
olvidaré.
A los 18 años su salud se
vino a bajo empezó con cataratas pero seguía cobrando bien pues mas que nada
utilizaba el olfato, después le entró diabetes y tenia que ir al campo con una
nevera para pincharle la insulina cada 6h pero
ella seguía cobrando bien y a los 20 años se me juntó con una epimetra y
con un cáncer y ya empecé a verla mal. No me quedó mas remedio que ponerle día
y hora para sacrificarla, fue un miércoles a las 11 de la mañana. Iba muy
mentalizado le dije al veterinario que me enseñase como se ponía la eutanasia y
que me dejase ponérsela a mi, me dejó solo en la habitación con la anestesia y
con la inyección mortal, le dije unas palabras que se quedarán entre ella y yo,
me despedí y lo hice. La metí en una bolsa de basura y luego en una caja, la
llevé a la incineradora y me la dieron en una vasija, a todo esto me acompañaba
mi amigo Luis y el Mirlo. Era un día de mucho levante y les pedí que me hiciesen
el favor de acompañarme al campo y allí donde empecé a enseñarle todo fue donde
con la ayuda de mis amigos que me tiraron la vasija vacié el cargador de la
repetidora y el levante hizo su trabajo.
Vinieron muchas otras
historias antes de tener mi próxima perra, me saqué el titulo de forestal y el
de guarda de coto de caza, durante este tiempo aprendí mucho de perros y sobre
la caza mayor y menor siempre rodeado de guardas y forestales.
Luego empecé a hacer
cursos de psicología canina, rehabilitaciones de conducta, educación,
adiestramiento etc.
Hoy día tengo una deutsh
drahthaar (maya) y dos labradores excelentes (saga y vientos) bueno mejor dicho
todos son excelentes por cobrar me portan hasta los pescados que se me caen en
el espigón. Una de muestra y dos de cobro aunque todos hacen de todo. Son todo
un ejemplo para la empresa que estoy montando, con un socio del cual aprendo
mucho y con el que comparto muchas expectativas (dog training psychology) la
cual me hace muy feliz ya que me dedico a rehabilitar perros de todo tipo pasa
casa y para caza.
Desde aquí le mando un
saludo a mi perra “Van” a la que nunca olvidaré y tantas cosas le agradeceré.
rafagarciamateos@gmail.com